Consecuencias de una guerra nunca antes vista.
El fin de la Segunda Guerra Mundial dio paso a la discusión acerca de qué ideal de paz y de mundo se debía imponer en adelante con el fin de evitar nuevas catástrofes similares. Los presidentes de los Estados victoriosos debieron hacer grandes esfuerzos por encontrar el mejor camino posible. Ya cuando la guerra se aproximaba a su fin, Roosevelt, Churchill y Stalin se reunieron en la Conferencia de Yalta, en febrero de 1945. La decisión más relevante de esta reunión fue la partición de Alemania en diversas zonas de ocupación, aunque aún sin determinar los límites de cada una. Estos fueron resueltos de manera definitiva en la Conferencia de Potsdam, en julio del mismo año. En ella se resolvió que Alemania sería dividida entre Estados Unidos, Inglaterra, la Unión Soviética y Francia. Berlín, en tanto, quedó bajo dominio soviético, pero también fue seccionado en las mismas cuatro zonas. En 1948 se celebró la Conferencia de Londres, en la que Estados Unidos, Inglaterra y Francia acordaron la unificación de Alemania en un solo
Estado, la República Federal de Alemania (RFA). Asimismo, la Unión Soviética en su sector de Alemania creó un Estado independiente, la República Democrática Alemana (RDA).
La Segunda Guerra Mundial ha sido la catástrofe humanitaria más grande conocida de nuestra historia. Aunque no hay cifras exactas, las más optimistas indican que fueron alrededor de cincuenta y cinco millones los fallecidos en el conflicto. De estos, más de la mitad fueron víctimas civiles, mientras que los heridos fueron treinta y cinco millones, aproximadamente. Naciones como la Unión Soviética, Polonia y Yugoslavia sufrieron la pérdida de entre el 10 y el 20% de su población total. Con el fin de protegerse, millones de personas debieron dejar sus hogares y trasladarse a otras zonas antes, durante y después del conflicto. Un ejemplo de esto se ve reflejado en los miles de niños ingleses que, desde 1940, debieron ser trasladados fuera de sus ciudades como una forma de protección ante los bombardeos. Igualmente fueron deportados gran cantidad de franceses para que trabajaran en las fábricas alemanas. Luego del fin de la guerra, muchos alemanes también fueron deportados de los territorios polacos y checos, en represalia por los crímenes del régimen nazi. Hacia el final del conflicto, cerca de trece millones de alemanes fueron expulsados de las zonas anexionadas por la Unión Soviética y otras naciones. En total, se calcula que en 1945 eran cuarenta millones los hombres y mujeres que se encontraban sin poseer un vínculo estable con su lugar de origen.
El holocausto judío
Con el avance de los ejércitos aliados sobre los territorios conquistados por los alemanes, salió a la luz la faceta más aterradora del conflicto que ya tocaba a su fin: el genocidio del pueblo judío llevado a cabo por los nazis. Se entiende por genocidio los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, político o religioso, con algún propósito particular. Estos actos comprenden la muerte y lesión a la integridad física o moral de los miembros del grupo, el exterminio o la adopción de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno de la agrupación. El genocidio es un delito internacional clasificado dentro del género de crímenes contra la humanidad. En este período asesinaron cerca de seis millones de personas del pueblo judío, dando forma a lo que se conoció como el holocausto judío.
Las persecuciones a los judíos en Alemania habían comenzado tan pronto como Hitler alcanzó el poder. En los años 30, fueron promulgadas las leyes de Núremberg, las cuales le arrebataron la ciudadanía alemana a los judíos, incluso llegando a prohibir los matrimonios entre estos y miembros del pueblo germano. Fue el inicio de una política racista que durante la guerra endureció sus términos hasta lo inimaginable.
Desde fines de la década del 30, el gobierno alemán dio plena libertad para iniciar el hostigamiento a los judíos. En 1938, en la llamada “Noche de los cristales rotos”, partidarios del nazismo salieron a las calles con el objetivo de destruir sinagogas y puestos comerciales cuyos dueños fueran judíos.
Inmediatamente después, miles de semitas fueron trasladados a alguno de los mil campos de concentración esparcidos por Europa.
El contexto que se vivió durante la guerra permitió que el gobierno alemán radicalizara la postura nazi. Con la invasión a Polonia y luego a la Unión Soviética, la población de origen judío bajo control nazi creció considerablemente. Su exterminio fue definido como un objetivo prioritario para los altos mandos nazis. Así, se implementaron unidades militares encargadas del fusilamiento masivo de civiles judíos y comunistas soviéticos. Sin embargo, lo más macabro ocurrió a partir de 1942. Ese año se realizó la
Conferencia de Wannsee, en donde el régimen encabezado por Hitler determinó poner en práctica la “Solución Final”, es decir, el programa de eliminación total de la población judía en Europa. La forma en que se llevaría a cabo esta matanza sería a través de la creación de campos de exterminio, verdaderas fábricas diseñadas específicamente para matar personas. En ellos murieron cerca de cinco millones de judíos y otros tantos opositores al régimen nazi, gitanos, sacerdotes católicos, homosexuales, prisioneros de guerra, delincuentes comunes, etc. Estos, si bien no eran el blanco más preciado del nazismo, también sufrieron sus persecuciones. Para comprender este proceso hay que considerar una serie de factores. En primer lugar, las ideologías totalitarias negaban la libertad y los derechos individuales, desconociendo la dignidad del ser humano. Asimismo, el antisemitismo estuvo arraigado por largo tiempo entre los europeos. Por último, las capacidades técnicas de la modernidad permitieron el desarrollo de industrias armamentistas que terminaron con la vida de millones de habitantes.
DERECHOS HUMANOS Y LA O.N.U
Una vez finalizada la guerra y al vislumbrar los insospechados niveles de destrucción y muerte a que se había llegado, las potencias triunfadoras se avocaron a encontrar las vías para construir un nuevo orden mundial. Así, en la Conferencia de San Francisco, celebrada en junio de 1945, representantes de 51 países dieron origen a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La finalidad de este organismo fue precisamente dar respuesta al anhelo de establecer un sistema que garantizara una paz duradera y fecunda, capaz de resolver los problemas políticos, sociales y económicos del mundo de posguerra. Los fines de la ONU, fijados en la Carta de las Naciones Unidas, son:
· el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, de manera que las soluciones pacíficas sean las que predominen al haber conflictos.
· el reconocimiento del derecho a la libre determinación de los pueblos, es decir, que cada nación es libre de elegir el camino que desea seguir.
· el desarrollo y estímulo de los derechos y libertades.
· la cooperación pacífica en cuestiones económicas, sociales, culturales, educativas y sanitarias.
Asimismo, en el nuevo organismo, que venía a sustituir a la fracasada Sociedad de Naciones, debían estar representados todos los países del mundo, y sus oficinas especializadas –como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Mundial de la Salud (OMS)–, debían encargarse de los grandes problemas de la humanidad en forma conjunta y programada. En 1948, la ONU proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, buscando asegurar que no se repitieran nunca más los desastres de la Segunda Guerra Mundial, particularmente, el holocausto judío. Hasta hoy la declaración ha actuado como marco regulador del orden internacional, intentando hacer respetar los derechos fundamentales. En muchos casos no ha logrado este objetivo y en otros, como la confrontación entre el comunismo soviético y el capitalismo estadounidense, ha impedido que estas diferencias llegaran a conflictos armados.